Mi padre
El pasado 5 de mayo de 2019, primer domingo de mayo, mi padre murió en el día de las madres.
Eran sobre las 22:00h, cuando ya no volví a oír más su respiración.
Tras 5 meses desde su partida, escribo estas palabras como un pequeño homenaje en mi blog personal, asumiendo esta nueva y triste realidad para los que nos quedamos.
Repaso desde mi óptica, la vida de mi Padre y el aprendizaje de vida que me ha dejado.
El primer recuerdo que tengo de mi Padre
Sentado junto a mi Madre, en una mesa, por la tarde y allá por 1978, yo con 4 para 5 años, esperando con ilusión a que mi Padre regresara a casa. Mi Padre siempre traía una sorpresa, trabajaba por aquel entonces en “el cuarto frío”, en los servicios de cocina que preparaba el catering para tripulación y pasaje en el Aeropuerto Internacional de La Guaira, Venezuela, así que solía venir con helados, quesos, galletas o dulces. Eran pequeños tesoros.
Este es el primer recuerdo que se me viene a la cabeza cuando me remonto en mi memoria. Ilusión por esperar a mi Padre, junto a mi Madre, en la mesa de aquella cocina.
Pasión por la comida, los amigos y el vino
Por eso no es de extrañar que cualquier que llegara a casa de mis padres, siempre, siempre, lo más que le gustaba era sorprender elaborando con interés, cualquier cosa para picar. Una simples aceitunas las convertía en exquisitez. Un tomate lo convertía en una exquisitez.
Siempre en la mesa de la cocina. Siempre lo vi muy feliz haciendo esto y siempre que lo hacía, lo hacía con ilusión.
Humilde, trabajador, atento, detallista, generoso, solidario, bromista sin duda una de las señas más importantes era su sentido del humor y su pasión con una conversación, en una mesa y con un buen vino.
Sobre su carrera profesional
Siempre arrancaba con una broma o un comentario que te hacía reír, cuando te encontrabas con él, ya sea que hubiera pasado varios días desde que no lo veías, ya sea que lo vistes el día anterior.
Esta filosofía de vida la aplicó día tras día en su trabajo con sus compañeros, clientes y amigos.
Allá por 1980 mi padre comienza a trabajar, tras nuestro regreso a Tenerife, en ferretería, primero en San Isidro y luego en La Villa.
Se jubiló a los 65 años en 2011.
El hombre que todo resolvía, el hombre al que todo el mundo preguntaba, el hombre con una memoria prodigiosa y por qué no decirlo, el hombre que entendía la venta como un arte, siempre priorizando el aporte de valor al cliente.
Durante varios años mi Padre me llevó los sábados a trabajar con él . Aprendí que si algo quieres, algo tienes que dar. Barrer, ordenar, etiquetar, limpiar, cargar, descargar, montar, desmontar y atender al público tras un mostrador y allí con Padre, atento a ayudarme, a explicarme, a enseñarme.
Esto que viví durante unos años es lo que sus compañeros y jefes vivieron siempre.
Sus primeros años y viaje a Venezuela
Mi Padre nació el 5 de Noviembre de 1946, en una casita muy humilde en La Zamora, Los Realejos, sus hermanos Carmen, Juana, Isabel, Rosario, Tomás, Pedro, Pablo, Antonio, Mercedes, sus padres Aniceto y Carmen.
A la edad de 12 años comenzó a trabajar, según me contó, en un camión repartiendo leche. Jornadas que empezaban desde las 6 de la madrugada y repartían hasta el sur de la isla.
Trabajó en su adolescencia en el Hotel Marquesa, Puerto de la Cruz
A la edad de 18 años, emigró a Venezuela, mantuvo una relación por cartas de unos 7 años con mi Madre, la conoció cuando ella tenía 13 años. Se casaron por poder y mi Madre con 22 años viajó a Venezuela. Yo nací en el 1973 y mi hermana Coro en 1976.
He querido citar muy brevemente su noviazgo y viaje para introducir otra característica de mi padre, fiel porque aunque eran muy jóvenes cuando se conocieron, mantuvieron su relación, demostrando que la distancia se supera con paciencia y confianza, prueba de ello, somos nosotros, sus hijos.
Ese viaje que emprendió no lo hizo solo, contó con el apoyo de sus hermanos y hermanas, pero había que dar el paso y lo dio, aunque eso suponía sacrificar unos años para regresar nuevamente, con toda la experiencia del mundo a Tenerife
Regreso a Tenerife
En 1979 regresamos a Tenerife. Sin duda, mi Padre trajo más de lo que había llevado en su maleta de ida. esposa, dos hijos y experiencia.
Mi Padre compró un solar en Las Candias, al lado de la casa de mis abuelos y fabricó, en 1983 nos mudamos y mi hermano Juan Pablo, nació en Junio de 1985.
En este año, 1985 fue mi último viaje a Venezuela, donde pasaba con mi “abuela” Juana los veranos y alguna que otra navidad. Recuerdo que mi padre me llevó al aeropuerto Sur y recuerdo lo mucho que me costó en aquella ocasión separarme de él, yo tenía 11 años.
La enfermedad
Se lo llevó un cáncer, diagnosticado en enero de 2018, con el que lidió 1 año y medio aproximadamente.
Nunca perdió la esperanza, nunca la perdimos nosotros, siempre acompañado, siempre atento a las indicaciones médicas y pese a todo, pese a las horas que pasaba en el hospital, pese a las idas y venidas, pese a la medicación, pese a todo hizo feliz e hizo reír a quienes le rodeaban.
Con el apoyo incondicional de mi Madre, este año y medio pudimos disfrutar de muchos grandes momentos, sinceramente nunca pensamos que iban a ser los últimos, así que los vivimos juntos y nunca con sabor a despedida.
Mi Padre, abuelo de, Guillermo, Marcos, Mario y Diego, conoció su quinto nieto, Noah, que nació en Octubre de 2018.
Gracias al equipo oncología del Hospital Universitario de La Laguna, sanitarios y profesionales, por trabajar siempre con esos otros “medicamentos“, llamados optimismo e ilusión que alimentan la esperanza.
Su partida
Pasé junto a mi Padre sus últimas noches en el Hospital.
Ruido. No hay descanso nunca y a ninguna hora de la madrugada. Ruido de puertas, ruido en el pasillo, ruido de máquinas, de teléfono, del avisador. Ruido generado por cuidar la vida. Bendito ruido.
En la noche del 5 de Mayo de 2019, cuando nos quedamos solos mi Padre y yo, tras la partida de la familia y mi esposa, me dispuse a pasar una noche más con la esperanza de que volveríamos a amanecer juntos.
Cuando estaba sentado al lado de mi Padre, me percaté que extrañamente no se escuchaba nada, solo oía la respiración de mi Padre. No había ruido, pero la respiración era cada vez más débil y me costaba escucharla, era el único ruido que quería seguir oyendo...pero cada inspiración era más suave que la anterior, hasta que se apagó. Ya no lo oí más.
Entonces se hizo el más absoluto silencio. El silencio y la paz inundaron toda la planta 10 del hospital. Ni un solo ruido... supongo que pasó un ángel, es lo que dicen que pasa cuando se hace un silencio de repente.
Una lección de vida
Mi Padre fue feliz, murió acompañado y nos ha dejado una lección de vida a sus hijos y a todos los que han tenido la fortuna de cruzarse con él en esta vida.
Siempre recordaré a mi Padre con una sonrisa, siempre lo recordaré feliz.
Agradecer a mi Madre por ser parte de la fórmula de la felicidad de mi Padre y a mis hermanos por permanecer juntos a su lado siempre.
Te quiero Papá